En una familia dedicada a la actividad
del campo pero con mirada abierta en materia de educación, creció Susana
Rovetto. Desde pequeña supo que su destino era ser médica, su vocación de
servicio la llevaron a elegir esta profesión, descartando la opci´´on de ser
monja, alternativa que barajaba dado su gran pasión por ayudar a la gente.
¡¡Qué divinos mis padres!!, recuerda
la Doctora, destacando la actitud de su familia en apoyo a su decisión de continuar
estudiando. -Mi hermano me dice: Yo voy a hacer, voy a ayudar para que puedas
estudiar, por supuesto con todas las comodidades, todo muy bien, pero estudiá,
agrega.
Con el apoyo de un papá lector, un
hermano comprometido con ayudar y una mamá convencida de ofrecer la oportunidad
de estudiar, Susana comienza su vida universitaria en la ciudad de Córdoba.
Según nos cuenta, toda la carrera fue
una época difícil, época del Peronismo y del Proceso. No obstante, nunca perdió
de vista el objetivo de ser médica. Vivió situaciones complicadas,
características de aquellos años, pero no desvió su mirada de los estudios que
tanto la apasionaban.
De sus días como estudiante, la
Doctora recuerda que el papá de su mejor amiga y compañera de estudio, médico
cirujano,
muy reconocido en Córdoba les brindó la oportunidad de acceder a guardias
tempranamente. En tercer año de la carrera, ya estábamos en la guardia central
del Clínicas. No teníamos idea de nada. Pero en 3º año ingresó al Clínicas y
siempre tuve predilección por gineco. De hecho, me incliné más estando en la
sala 2, que era la de ginecología. Y siempre estuve en todo ese tema. No la
parte quirúrgica y no la parte obstétrica, recuerda Susana.
Y pone de manifiesto su gran interés
por la parte ginecológica clínica y su especialidad tracto genital inferior,
patología de vulva, vagina y cuello, idicando por qué no siguió la parte
quirúrgica y obstétrica. -No tengo carácter para conducir un parto y,
fundamentalmente, a mí la sala de cirugía me estresó siempre mucho y no pude
hacerla. Podría haberla hecho. Mi marido hacía cirugía, pero en una cirugía de
nódulo de mama me descompuse, me descomponía. Entonces empezaron a llamar
médico de guardia urgente a cirugía. Yo no volví más en sí, y no podés estar al
lado de un cirujano y descomponerte porque si a él le pasa algo tenés que
seguir, cuenta la Doctora como anécdota.
Una vez finalizados sus estudios, la
Doctora Rovetto se dedicó full time a la atención clínica: hospital, centro de
salud, consultorio en casa. Paralelamente, su vida personal avanzaba. Se casó y
tuvo una hija.
Y a partir de allí, un torbellino de
situaciones desacomodó su estructurada vida profesional, lo cual la llevó a
tomar una decisión como mujer y para el bien de su familia. Relata un episodio
significativo en su decisión: Iba al hospital, tenía un centro médico y tenía
consultorio en casa. Y dependía de la empleada. Y corríamos como no sé qué, mi
marido también tenía su consultorio tenía sus pacientes, entonces era un caos.
La niña lloraba desde que abría los ojos hasta que los cerraba. Y ahí me di
cuenta, y dejé todo. Me quedé solamente con 2 días de consultorio y dejé
hospital, dejé centro médico. Y de hecho cuando nos vinimos acá, que nos
vinimos por salud. Mi marido era diabético juvenil, y había empezado a tener
complicaciones, y él consideró que en un pueblo era más fácil criar a una
criatura. Nosotros allí estábamos solos, dependíamos de la empleada, las
guarderías no eran tan comunes. Y acá estaba la familia.
Instalada con su familia en General
Cabrera, la Doctora Rovetto reacomodó su rutina para pasar más tiempo con su
hija, para atender sus necesidades, cumpliendo el rol de mamá. La atención en
consultorio era sólo por la tarde y no se comprometió con la actividad publica
debido a su claro interés por equilibrar su vida profesional con la personal. Nunca estuve en el Hospital porque sabía que no iba a poder cumplir porque si
bien es toda una gran responsabilidad esta carrera, que cuando vos la sentís no
te pesa, pero si hay que estar. O estás o no estás. Entonces por eso siempre
tuve el consultorio ac�á, se han adaptado a mis tiempos, recalca Susana.
Haciendo un balance de su profesión, la Doctora recalca como
positiva la posibilidad de desarrollar la carrera que elegiste, y sentirse
feliz y contenta con eso, habiéndose brindado hacia sus pacientes. Los amo,
mis chicas, paciente hombre no he tenido, siempre me he manejado con las mujeres.
Incluso con un grupo etario. En un primer momento no tan adolescentes sino la
edad media, y menopaúsica. Después, ahora últimamente estaba teniendo un poco
más de adolescentes, pero yo más vale en el periodo fértil y postmenopáusico,
nos cuenta. Y agrega: No fue sólo la parte meramente clínica que atendía sino
tambi�n un poco la parte an�mica, situaciones, contenci�n, acompa�amiento. De
hecho si, el que estaba en la sala de espera pataleaba porque la espera se
hac�a larga. Pero a todas trat� de dedicarle el mismo tiempo.�
Y le cuesta reconocer la parte negativa. Pero finalmente se�ala que
lo dif�cil es lograr el equilibrio y recuerda un consejo recibido en el que lo
importante es eso, el equilibrio: �Porque al paciente no le gust� una cosa y se
te va de otro, no te va a seguir, despu�s a lo mejor vuelve, pero si hay algo
va a ir a otro. Si vos dejaste tu familia, tus hijos, todo �a t�tulo de qu�?�,
reflexiona.
E insiste en el esfuerzo que significa lograr la compatibilidad de
ser mujer/m�dico con la familia. En su caso siempre prioriz� la familia.
�No es por desprecio al paciente, yo lo respeto much�simo. Pero
nunca me arrepent� de haber priorizado estar con mi familia. Para nada.
Incluso, se pueden hacer las dos cosas, pero reconozco que las hice con
tranquilidad. Pude hacerlo. Se puede, sos mediocre en las dos. medio y medio�,
concluye entre risas.
Y finaliza la entrevista dici�ndonos que disfrut� mucho su carrera,
que la am�, pero que ahora se dedica a un nuevo desaf�o: el de ser abuela.